17 de Junio de 2006.
La otra tarde decidí que quería embrutecerme un rato y comencé a brincar canales en la tele. Me paré en uno de cine latino donde pasaban una película mejicana del año 1953 llamada "Los que no deben nacer".
La agarré por la mitad, pero son tan predecibles las películas de esa época, que no fué muy difícil dilucidar la trama. A medida que se desarrollaba la historia, mi quijada iba descendiendo y el ceño se me fruncía cada vez más.
La trama, sórdida, al mejor estilo novelero, trata de un matrimonio que tiene un hijo el cual nace sin piernas, y el padre, para evitarle el sufrimiento a la esposa, le pide, a la que imagino la mujer de servicio de toda la vida, quien también daría a luz en la misma fecha, que intercambiaran los hijos.
De manera que el matrimonio se queda con el niñito bueno y sano, y la sirvienta se queda con el niño deforme. Para agregar insulto a la golpiza, el muchachito desgraciado termina en un circo trabajando como fenómeno.
Total…una novelita rosa, pues.
Lo cierto es que si bien la trama me pareció sórdida y truculenta por decir lo menos, eso no fue lo que me sorprendió ya que el ser humano es capaz de todo lo inimaginable cuando se le ponen chiquiticas las salidas.
Lo que me dejó loca y además arrecha, fue el tratamiento ético que se le dio a toda aquella tragedia, la dinámica familiar que se movió allí.
Me explico. Resulta que el hijo (que no es el hijo) ya adulto comienza a sospechar que ahí hay gato encerrado, e increpa al padre a que le diga la verdad, por supuesto, el padre no le dice nada y éste sale corriendo a casa de la verdadera madre (la mujer de servicio) y al mejor estilo mejicano en blanco y negro, le pregunta a “mamá Rosario” (porque todas se llaman así) que por qué él no es catire como sus hermanos, que por qué tal otra cosa, “…mírame a los ojos viejita y dime ¡por favor! ¡Yo sé la verdad en el fondo de mi corazón..!” (y le enfocan los ojos lagrimosos de vaca cagona a la mujer) “¡pero necesito que tú me lo digas!” por fin, se aclara el misterio y es aquí donde yo me arrecho. El hijo (que no es el hijo), regresa a casa del padre a pedirle perdón (¿¿???), le dice que él es el mejor padre del mundo (¿que, qué?????) por haberle evitado a su mamá (que no es su mamá) el dolor de un hijo mocho y además cirquero, (la otra infeliz que se joda!) el padre lo abrazaba (y yo no salía de mi asombro)
Y dice entonces el viejo para rematar, que pensándolo bien, él cree que debería darle un poquito de felicidad al hijo malogrado y que lo debería sacar del circo, expresando una medio culpita nada más, asi como si se tratara de una uña encajada.
Yo me quedé loca, porque toda aquella falta de responsabilidad, de nobleza, aquella gran cobardía, esa evasión de las circunstancias, de complacencia, de coño, ¡yo que sé!!!, estaba ambientada con unos violines de fondo y unas lágrimas de cocodrilo enormes.
El fin había justificado los medios, es decir, me cago en tu madre y me importa un pito! Y todo eso con violines y caras lánguidas y sufridas.
No en balde la irresponsabilidad es un mal que venimos arrastrando desde que llegaron los españoles a América. Nadie en este continente de mierda es responsable de sus actos, siempre es el otro el que tiene la culpa, no se afrontan las realidades, se quiere tapar el sol con un dedo, por eso el desbarajuste en que vivimos.
En fin, toda aquel desastre de situación y ahí no se formuló ni un solo cuestionamiento. Chévere, no?
Y me dirán que es una película, y yo digo, sí que lo es, pero ahí están retratados los valores de la sociedad de aquella época, aberrantes en todo su esplendor
Bueno, no sé!! No sé!!
Yo que pensaba pasar una tarde con una cotufa reblandecida por cerebro, lo que hice fue reflexionar sobre las interminables aristas del espíritu humano y revolverme el hígado!
P.S. Además, ya el título de la película es una pifia, quién decide quién debe nacer y quién no?
domingo, 5 de octubre de 2008
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1 comentario:
Tienes toda la razón -el ser humano es así de egoísta y no solo en aquél época sino ahora en el 2012...
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